No es normal lo que ocurre en este país. Un grupo terrorista nos aterroriza (pues está en su naturaleza, como picar en la del escorpión) y nosotros lo admitimos en la vida pública como un protagonista más. Incluso lo admiramos y lo endiosamos hasta el punto de convertirlo en rector de la agenda política. Por si fuera poco, ha conseguido romper el consenso existente en torno al problema. A primera vista se diría que la división sólo afecta a las medidas a tomar (negociación / policía-jueces) pero mucho me temo que este desacuerdo hunde sus raíces en una diferente y temeraria percepción de la naturaleza del grupo. De hecho, algunos responsables socialistas y los voceros de guardia han reconocido en diversas ocasiones que el grupo terrorista tenía parte de razón.
Os propongo una lectura:
«Estas dos medidas -la exclusión de ETA-Batasuna y la sanción de sus crímenes- han de figurar entre los resultados de esta guerra para que no haya sido en vano. En lo relativo a la primera medida, no hay nada que añadir a lo dicho. Pero la segunda medida es casi igual de importante, porque mientras los eta-batasunos puedan hacer lo que quieran, seguirán siendo un peligro: el peligro vasco. Muchas personas inteligentes y perspicaces de España tienen claro que esta guerra habrá sido en vano si no conduce a un cambio de lo que se denomina «la mentalidad vasca». Pero se rompen la cabeza inútilmente intentando averiguar cómo se puede forzar esa transformación obviamente intelectual por medio de recursos policiacos. Sin embargo, no es un problema demasiado complicado. He aquí la clave de su solución: el sector de la «mentalidad vasca» que ha de ser expurgado está personificado por los eta-batasunos. Ya hemos hablado de la buena ocasión que supone que toda la inhumanidad, la brutalidad, la falta de escrúpulos y la agresividad que antes aparecían, por así decirlo, «dispersas» en la corriente sanguínea del pueblo vasco, estén ahora localizadas y representen al peligroso tumor cancerígeno del movimiento eta-batasuno. Ese tumor ha de ser extirpado lo antes posible. También es una suerte que los eta-batasunos se hayan atado la soga en la que pueden ser ahorcados con lo que le ahorran al verdugo el odio de la intolerancia y la persecución ideológica. Se lo deben al enorme número de crímenes que han cometido durante los últimos años. No será necesario castigar a nadie simplemente «porque es un eta-batasuno». Bastará con imponer las penas legalmente establecidas por todos los crímenes cometidos en España desde la amnistía democrática: asesinatos, graves lesiones físicas, privación de la libertad individual, saqueos, robos, estafas, extorsiones, incendios, expropiaciones, agravios, fraudes, abusos de derechos y perjurios. A continuación, ya no quedarán muchos eta-batasunos y la Comunidad Autónoma Vasca se habrá transformado de manera asombrosa.»
Seguro que este párrafo concitaría críticas y ataques de fascista a quien osara publicarlo. Pues bien, ahora leed este otro:
«Estas dos medidas -la exclusión del gobierno nazi y la sanción de los crímenes nazis- han de figurar entre los resultados de esta guerra para que no haya sido en vano. En lo relativo a la primera medida, no hay nada que añadir a lo dicho. Pero la segunda medida es casi igual de importante, porque mientras los nazis puedan hacer lo que quieran, seguirán siendo un peligro: el peligro alemán. Muchas personas inteligentes y perspicaces de Inglaterra y Francia tienen claro que esta guerra habrá sido en vano si no conduce a un cambio de lo que se denomina «la mentalidad alemana». Pero se rompen la cabeza inútilmente intentando averiguar cómo se puede forzar esa transformación obviamente intelectual por medio de recursos militares. Sin embargo, no es un problema demasiado complicado. He aquí la clave de su solución: el sector de la «mentalidad alemana» que ha de ser expurgado está personificado por los nazis. Ya hemos hablado de la buena ocasión que supone que toda la inhumanidad, la brutalidad, la falta de escrúpulos y la agresividad que antes aparecían, por así decirlo, «dispersas» en la corriente sanguínea del pueblo alemán, estén ahora localizadas y representen al peligroso tumor cancerígeno del movimiento nazi. Ese tumor ha de ser extirpado lo antes posible. También es una suerte que los nazis se hayan atado la soga en la que pueden ser ahorcados con lo que le ahorran al verdugo el odio de la intolerancia y la persecución ideológica. Se lo deben al enorme número de crímenes que han cometido durante los últimos siete años. No será necesario castigar a nadie simplemente «porque es un nazi». Bastará con imponer las penas legalmente establecidas por todos los crímenes cometidos en Alemania desde enero de 1933: asesinatos, graves lesiones físicas, privación de la libertad individual, saqueos, robos, estafas, extorsiones, incendios, expropiaciones, agravios, fraudes, abusos de derechos y perjurios. A continuación, ya no quedarán muchos nazis y Alemania se habrá transformado de manera asombrosa.»
¿Creéis que provocaría las mismas críticas? Evidentemente, no. Comprobad los cambios: son mínimos. La fecha, la localización y los protagonistas. Pero la situación es tan parecida … Lo escribió Haffner en 1940, huido de los nazis, para dar su opinión sobre el enfoque de la guerra mundial por parte de Inglaterra y Francia (Alemania: Jekyll y Hyde, Destino, pp. 251-252).
Algún día habrá que estudiar qué le ha pasado a nuestro pueblo. Un pueblo que, entre otras cosas, se ha dejado ocupar por la falsedad. O tal vez siempre lo ha estado y pensábamos que no era así. Nos consideramos abiertos pero exudamos racismo. Nos consideramos solidarios pero apestamos a individualismo. ¿Cómo podemos admitir que en una parte de España no pueda vivirse libremente? ¿Cómo dejamos (y volvemos a votarlo) que se negocie la no realización de acciones terroristas en una parte de España dando por sentado que se seguirá matando en el resto? ¿Cómo, en fin, convertimos al terrorismo en una opción tan válida como las demás?
Noé
Ciutadans, Federación de Tarragona 